¿No era Manuel Mondragón y Kalb, el designado subsecretario de “protección institucional” (seguridad pública) de Enrique Peña Nieto, el mismo y para el mismo puesto que había incluido Andrés Manuel López Obrador en su gabinete como candidato presidencial y que actualmente forma parte del gabinete del “progresista” alcalde del DF, Marcelo Ebrard, inminente futuro próximo presidente nacional del PRD?
¿No es Rosario Robles Berlanga, la colaboradora-operadora política de Cuauhtémoc Cárdenas en el Distrito Federal para el cual la actual secretaria designada por Peña Nieto a Desarrollo Social, pedía “muchas medallas por su autoridad moral”?
¿No es José Antonio Meade, el silencioso economista del “cambio panista” y colaborador y ex secretario de Economía de Felipe Calderón, el mismo que hoy nombre Peña Nieto como Secretario de Relaciones Exteriores?
Y todo y todas las demás integrantes del gabinete peñista, los mismo: colaboradores, amigos, admiradores y hasta parientes del ex presidente defraudador Carlos Salinas de Gortari, como el caso de la nueva secretaria de Turismo, Claudia Ruiz Massieu, su sobrina.
¿Entonces por qué nos vienen con el cuento de la alternancia?
Y peor aún ¿por qué le vienen al pueblo mexicano con piel de oveja asegurando que en sus manos –es decir, en su garras de lobo-, está el “cambio verdadero”, cuando por cambio verdadero tan sólo entienden la rotación de nombres y proyectos de gestión cuando, en esencia, ofrecen lo mismo a quienes votan por ellos esperanzados en sus vanos discursos?
Y luego salen a las calles a la teatralidad de la protesta social, culpando al usurpador a tres kilómetros de distancia, cuando hasta por nombres y amigos, no hacen sino proponer un México igual de ahogado en la crisis sistémica del capitalismo?
Que no vengan en tres años con el mismo cuento. Que, ahora se confirma: No es Peña Nieto, no es López Obrador, no es Felipe Calderón, no es cualquiera y su nombre: el enemigo es la burguesía y cada cual, aún si habla de historia y cita a Benito Juárez, es lo mismo que el otro al que acusa, sin distinción de colores.
Mientras, nosotros, abajo, seguimos dependiendo de nosotros mismos.