LAS TENSIONES ENTRE ESTADOS UNIDOS Y VENEZUELA comenzaron desde la llegada del líder socialista, HUGO CHÁVEZ FRÍAS, al poder del país sudamericano en 1999. Su plan antineoliberal despertó las alarmas de Washington, que apenas había abandonado la guerra fría. Chávez acompañó su presidencia con un proceso político apodado “bolivariano” —en honor al libertador Simón Bolívar—, con una característica antiimperialista; o sea, en completa oposición a los intereses estadounidenses sobre el país. Esto le puso los cabellos de punta a la Casa Blanca, ya que sobre el territorio venezolano se encuentran las reservas de petróleo y de oro más grandes del mundo.
Desde entonces, Estados Unidos ha intentado derrocar al gobierno chavista, ahora con Nicolás Maduro Moros al frente. Tras el fallido golpe de Estado del año 2002, sus estrategias de intervención han variado. Washington ha usado sanciones financieras y un bloqueo económico y comercial. Ha puesto al país en la lista de naciones que “apoyan” el terrorismo. Se imaginó en el fantoche de Juan Guaidó a un “presidente encargado”. Intentaron asesinar a Maduro con un dron. El pasado tres de mayo, conformaron un grupo mercenario con agentes estadounidenses de la empresa Silvercorp que declararon ser de la “seguridad personal” del presidente Donald Trump, paramilitares colombianos y esbirros venezolanos. Sin embargo, la llamada Operación Gedeón que partió de la península de La Guajira, Colombia, fue detenida en aguas de Venezuela en su intento por entrar al país usando un buque y armas de grueso calibre con el propósito de matar al presidente.

El Arribo de tropas militares estadounidenses a la frontera colombo-venezolana para «combatir al narcotráfico», coincide con las acusaciones por tráfico de drogas que impuso el fiscal general de Estados Unidos, William Barr, contra el presidente Nicolás Maduro. (En la foto: Donald Trump y William Barr / Wikipedia)
Derrotados en sus intentos previos, la Casa Blanca parece construir el siguiente escenario. Desde el pasado 27 de mayo arribó a Colombia una unidad élite del cuerpo de Marines de los Estados Unidos denominada Brigada de Asistencia de Fuerza de Seguridad o Misión SFAB. El grupo está bajo las órdenes del Comando Sur del Ejército estadounidense, dedicado a la ocupación militar de Centro y Sudamérica.
Según Washington, la Misión SFAB realizará acciones de combate al narcotráfico en territorio colombiano. No está de más recalcar que la presencia del Ejército de Estados Unidos en Colombia no contó con la aprobación del Senado de ese país, lo cual viola el artículo 173 de su Constitución.
Curiosamente, los Marines no se desplegarán en Cali o Medellín, capitales históricas del tráfico de drogas, sino en la frontera con Venezuela, desde donde han partido varias misiones de paramilitares colombianos para intentar desestabilizar al gobierno de Maduro. Quizá la más famosa de esas incursiones ocurrió en el año 2016 en las llamadas “Guarimbas” donde la “oposición venezolana” —o sea, mercenarios venezolanos guiados por paramilitares colombianos—, asesinaron a catorce líderes chavistas.
¿GUERRA sobre VENEZUELA?
Todo el mundo sabe cuantas veces Donald Trump ha amenazado con acciones militares contra Venezuela. Y debe recordarse un detalle muy importante: el 26 de marzo, el fiscal general de Estados Unidos, William Barr, acusó a Nicolás Maduro por narcotráfico fincándole cargos criminales. El régimen de Washington ofrece quince millones de dólares por información que conduzca a la detención del presidente. Por eso, la presencia de un supuesto grupo antidrogas del Ejército estadounidense, justo en las narices de Caracas luce más como una amenaza de invasión.
De hecho, hay “un temor fundado” de que Estados Unidos quiera invadir Venezuela y desatar una guerra en la región, dijo el director de la Fundación Paz y Reconciliación, León Valencia, en entrevista con Radio Francia Internacional. Esta posibilidad esta precedida por dos medidas, añadió.
“Una, el envío de naves militares al Caribe cerca a las costas de Venezuela. Y otra, la incursión de un grupo mercenario encabezado por personal de Estados Unidos en la Guaira, Venezuela, y que fue repelido por las tropas del gobierno de Caracas”, dijo.
Por su parte, el senador colombiano Armando Benedetti, expresó mediante su cuenta de Twitter su preocupación por el despliegue de tropas estadounidenses en la frontera colombo-venezolana. El político ocupó la palabra “guerra” para cuestionar la supuesta misión antidrogas del Ejército de los Estados Unidos.
“A mí no me gusta esto (…) ese grupo SFAB ha estado en Afganistan, son un grupo entrenado para la guerra.
“Dicen que una fuerza elite de EEUU vendrá al país para “asesorarnos” en la lucha contra el narcotrafico. ¿Y la autorización del Senado? No pueden arribar tropas extrajeras sin nuestra autorización. Que esa “ayuda” no termine en una guerra en la que no tenemos nada que ver”.
En otro trino, Benedetti fue más enfático al mencionar una posible “guerra” entre Estados Unidos y Venezuela, y clamó para que el Ejército estadounidense no “meta” a Colombia en sus propósitos.
“El Almirante Craig (jefe del Comando Sur) dijo en marzo que su misión era capturar a Maduro por narcotráfico. Hoy sus tropas vienen en camino y no me interesa si lo capturan o no, pero no metan a nuestro país en una guerra ajena. Que sigan derecho si quieren, pero que no pasen el barco por aquí”, dijo.
Y en una entrevista con la revista Semana, el senador Benedetti destacó el perfil belicista de la Misión SFAB, diciendo que ese cuerpo de Marines “está entrenado para la guerra”.
“A mí no me gusta esto (…) ese grupo SFAB ha estado en Afganistan, son un grupo entrenado para la guerra. No quiero que utilicen nuestro suelo para armar una guerra”, dijo.
En realidad, es difícil que Estados Unidos entre a una guerra contra Venezuela, la cual, necesariamente, tendría que ser por tierra. Imaginando las posibilidades, la Casa Blanca solo podría mandar aviones y toda la tecnología con la que cuenta para intentar derrocar al chavismo. Claro que eso haría daño (suponiendo que Venezuela no pueda hacer mucho para defenderse). Pero si quiere capturar a Maduro, deberá meter a sus Marines a las calles de Caracas. Entonces se enfrentará a una guerrilla de más de seis millones de milicianos, según el último registro de militantes del Partido Socialista Unido de Venezuela, más los integrantes de las Fuerzas Armadas Bolivarianas. Una misión suicida.
Lo más probable es que Estados Unidos se mantenga del lado de la frontera colombiana. Su búnker funcionará como trampolín de paramilitares y zona roja para otros crímenes. Claro que Venezuela tendrá que continuar haciendo frente a estos asaltos y no se descarta alguna otra incursión parecida a la Operación Gedeón. Pero seamos claros: las guerras no se ganan con drones. Se ganan con infantería. Si Washington mete a sus soldados en territorio venezolano, tendrán otro Vietnam.
Paradójicamente, a quien más dañará la presencia de los Marines gringos será a Colombia. De hecho, lo dañará otra vez. Hay que recordar lo documentado en el Informe de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, elaborado por expertos de la Universidad Pedagógica Nacional: durante el curso del Plan Colombia entre 2003 y 2007, soldados estadounidenses agredieron sexualmente y violaron al menos a 53 niñas, grabaron sus ataques y lo vendieron como material pornográfico.
Pero al presidente de Colombia, Iván Duque, solo le interesa obedecer a Trump. En tanto a Trump, solo le interesa ganar algo de simpatías de cara a las elecciones de noviembre. Por eso se ha metido a la frontera con Venezuela. Necesita recurrir al viejo truco gringo de la propaganda de guerra. De algo necesita sostener su presidencia. Estados Unidos se acerca a las 100, 000 muertes por coronavirus y todas sus capitales están incendiadas en protestas contra el racismo y la brutalidad policiaca que, aunado al poder de los bancos, es en sí misma la podredumbre del régimen yanqui. Me queda claro que una guerra contra Venezuela sería su ruina.
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