No los engañaron. Fueron por su propio pie. Sí, claro, hubo potentados que obligaron a sus trabajadores y trabajadoras a acudir a la manifestación “en defensa del INE”. Las crónicas cuentan que base laboral de Kimberly Clark, propiedad de Claudio X. González, auspiciador de la alianza PRI-PAN-PRD, fue coaccionada para rellenar el mitin. Pero hay que reconocer que una mayoría estuvo convencida de ir. Cargaron sus cartulinas, sus globos y sus sombreros de ala ancha sobre gafas de diseñador. Y gritaron que su voto no se toca, que AMLO es un “dictador” y que sus seguidores son “perros callejeros”. Ahí están y más vale reconocerles. Llenaron el Zócalo. Conviene aceptar esa realidad. Y conviene porque, de lo contrario, a quien lo niegue, la lucha que se avecina le tomará por sorpresa y nos derribará.
Yo soy una de las personas que se alegra de que hayan salido así, en masa, en gran manifestación. Por muchos años, la derecha racista, elitista, misógina, lgbtfóbica y violenta, se había escondido detrás de las siglas de Partidos políticos oficiales, escuelas, organizaciones patronales y civiles. Y estaba dividida. Yacían las asociaciones clandestinas como El Yunque o el Opus Dei, del rancio tronco eclesiástico. Y había las oligarquías financieras, propietarias de bancos, minas, medios de comunicación, enriquecidos por los expresidentes, todos, desde Miguel de la Madrid hasta Enrique Peña Nieto. También los adoradores de la cultura anglo-sajona. Y estaban las guaridas políticas, entre quienes se encuentran trasnochados del nazi-fascismo, de los fallidos imperios de Maximiliano de Habsburgo y Agustín de Iturbide y hasta quienes se dicen “hispanistas”, como añorando la invasión de la tuberculosa corona española −No es broma. Sí existen esos−. Y estaban divididos por banderas. Hasta que se cobijaron en el rosa, propio del INE del consejero presidente de ese organismo, Lorenzo Córdova y de su achichincle que no se qué cargo tenga, Ciro Murayama. El fascismo mexicano, pues, ahora es color fucsia.
Prendámosle fuego
Es bueno que se agrupen. Por años impulsaron falsas agendas. Por años se escondieron. Salían de sus círculos para contarle al pueblo mentiras sobre la unidad nacional, los beneficios del capital y que todo se solucionaba “echándole ganas”. Intentaron borrar del papel la línea que nos divide como clases, trazada así por la explotación, su explotación contra nosotros y nosotras, la clase trabajadora. Y sus huestes (porque las tienen) les convencieron de que no eran pobres, sino “clase media”. Que porque trabajan en una oficina, pagan un auto a crédito o se van de vacaciones una vez cada dos años, pobres, pobres, no son. La pobreza es la nuestra, quienes andamos sin camisa; quienes contamos la morralla para completar para la despensa. Y dispusieron de la televisión para infundir la idea de que esa, la marginal, un día puede llegar a ser la patrona. Colocaron esa fantasía en la psique colectiva, difuminando todo rasgo de reflexión. Se prohibieron las preguntas. Todo lo teníamos que aceptar así, peladito y a la boca porque así lo decía Zabludovsky, o Lolita Ayala, o Javier Alatorre, o el adicto de López-Dóriga, Denisse Dresser, Carmen Aristegui o el criminal de Carlos Loret de Mola. ¿Para qué pensar si tenemos Siempre en Domingo? Nos contaron ese cuento mientras, en otro horario, se burlaban de nuestra identidad haciéndonos miserables pero chistosos, romantizando la indigencia, como el Chavo del Ocho. Jodidos pero coquetos como ‘El Vitor’. Ignorantes pero atrevidas como Marimar. Esa era nuestra paga: la representación en la pantalla. Para que nos miráramos de un lado a otro para decirnos “sí soy” y volver conformes a la cola de la maquila, a la cola del Elektra, a la cola del camión y de todo cuanto sean derechos mínimos.
Y ya agrupada (la derecha, la burguesía) y estando ahí pintadita de rosa, arribando al Zócalo y sin saber qué hacer después, prendámosle fuego a su fascismo. Arrasémosle. Porque, de lo contrario, arrasarán con nosotrxs. Ya no tendrán la templanza de antes; de cuando, después de esclavizarnos y robarnos la lengua, nos dieron la educación que les convenía, no para que fuéramos iguales, sino para que fuéramos útiles. Han disfrutado con nuestra música; les hemos comprado sus libros y hemos aprendido su idioma. Consumimos las drogas que traficaron y que siguen traficando. Nos compran una que otra chuchería cuando van a la playa y han abierto restaurantes cinco estrellas con la comida que inventamos, desde las sobras. Servíamos. Se conciliaron con algunos aspectos de nuestra forma de ser, no porque les gustara en sí, sino porque les servía para hacer dinero. Bueno, hubo hasta quienes hicieron películas con nuestro rostro, intentando darnos “dignidad”. Alegrándose de cómo “somos felices con tan poco”.
Van por ti y tus derechos
Hasta que levantamos la cabeza. Eso ya no les gustó. Retobamos. Y, aunque estaba prohibido preguntar, empezamos a cuestionarnos todo, primero, en silencio, después, a gritos. Tomamos esa democracia que nos dieron como limosna y le sacamos algo de provecho. ¡Nunca se habían arrepentido tanto como la vez que, por verse muy modernos, aprobaron que podíamos valer lo mismo que un voto! Están que no caben de aflicción por considerar que éramos iguales ante la Constitución, todo por agradar a las buenas gentes europeas. Creyeron que eso sólo aplicaba a los blancos porque qué íbamos a saber nosotrxs lxs prietxs de leyes y hermenéutica. Así, en el 2018, votamos a alguien parecido, que tenía un nombre como el nuestro, el mismo color de piel, que también pronuncia “dijistes” y es López, como cualquiera. Ahí sí ya no nos lo perdonaron. Le llaman “dictador” a él pero, en realidad, nos culpan a nosotrxs. Le gritan “¡indio de Macuspana!” pero, en realidad, nos gritan a nosotros, indixs, negrxs, jotxs y mujeres, sobre todo.
Nos odian. ¿O aún no queda claro? ¿Nos mataron a más seiscientos de nosotros entre 1988 y toda la década de 1990? ¿No asesinaron a sangre fría a nuestros abuelos y abuelas en el 68 y a sus camaradas que persiguieron durante la Guerra Sucia? ¿Recuerdas la masacre de Villa de Salvárcar? No hace mucho de eso. ¿Acaso no te pagan por debajo de lo que mereces, con contratos cada tres meses y prestaciones por debajo de la ley, si es que las tienes? ¿No te lanzaron a repartir comida sin ninguna clase de seguro por accidentes? Todo eso que se considera el “sistema injusto” fue creado por ellos, los de rosa. Ahí los tienes. Los del PAN, los del PRI, los del PRD, que bien saben que no pueden convocar con sus banderas por eso adoptaron la rosa del INE. Y los demás. Vicente Fox; Felipe Calderón, el narco; Elba Esther Gordillo, la cacique magisterial; Gustavo de Hoyos, presidente de la Confederación Patronal de México, asociada a El Yunque. Ahí están. Ahí estuvieron. Son ellos (y ellas también. Por ejemplo, Margarita Zavala, Maria Amparo Casar, Beatriz Pagés) y van por ti, por tus derechos y por los míos.
No es el fin de la historia
De modo que se abre una etapa álgida en la lucha de clases en México. Esa que, desde la oprobiosa victoria de la contrarrevolución en la Unión Soviética (por lo cual sufrimos los efectos de la guerra en Ucrania, entre otras cosas) y el famoso “fin de la historia” de Francis Fukuyama, se esforzaron en hacer creer que no existía, declarando triunfador al capitalismo en el mundo. Sí, esta es una etapa más en el conflicto entre esos de rosa y nosotrxs, quienes hemos enfrentado su explotación. Las líneas que nos separan se reconfiguraron. Emergieron del charco de ilusiones que crearon. Ahora son visibles. La pelea se exacerbará. Por eso es imprescindible que tú que me lees, tomes tu lugar. O estas con tu clase o te adiestras como lacayo de la burguesía. Con quienes queremos ver al mundo progresar o con quienes pretender conservar sus privilegios.
Pero no te conformes con votar. En el 2018 elegimos a López Obrador pero ha quedado claro que es insuficiente. Porque luego vendrá el proceso de 2024 y será lo mismo. Y así en lo sucesivo. Y no, nuestros sueños no se miden por sexenios. Cada día, en cada jornada, nos jugamos la vida. Habla con quien tengas al lado. Protege a las infancias, sobre todo de esos y esas que quieren robarles su identidad. Exige el pan y, si te lo niegan, aprópiate del pan. Habla de sexo. Lee a Marx. Cuida tu salud mental. Porque llegó la hora de la contienda. No tengas miedo. No tengas remordimientos. Recuerda que nos odian.
¿Qué opinas? Tu comentario es importante